"Quién dará vida al bello esclavo sino su amo?. Sus rasgos pueden ser perfectos y su cuerpo hermoso, pero sólo su señor posee el corazón del siervo que vive por y para el placer de su dueño. De su amante y de su dios. El es sólo un pobre perro triste si le falta la mano que sujete la cadena con firmeza y afecto. Solamente es carne sin el alma que le regala el amo al fecundarlo de amor"
ANDREAS

domingo, 23 de enero de 2011

16 Vigilia

El amo recibió al joven trozo de carne que iba a utilizar en el sótano y Alex, su esclavo, se tumbó en la cama de su señor, después de dar mil vueltas al cuarto como un tigre enjaulado, y sus ojos no lograban cerrarse ni su mente podía dejar de pensar en lo que estaría pasando bajo el suelo del garaje.

Su dueño le ordenó irse a la cama y que no lo esperase despierto, pero aunque mil años tardase en venir su señor, el muchacho permanecería en una impenitente vigilia aguardando el regreso de su amo.

Alejandro condujo a Oscar directamente al sótano y nada más cerrar la puerta lo abofeteó ordenándole ponerse de rodillas. El sumiso obedeció plantándose en suelo a los pies del amo cabrón que había ligado, y su cara no ocultaba el ansia por se dominado y sometido por aquel tipo tan atractivo pero con una jeta de mala hostia que daba verdadero miedo.



Alejandro sacó la verga, sin bajarse los pantalones, y se la metió en la boca a la puta zorra, pero no dejó que ella la mamase a su antojo, sino que lo sujetó por la nuca y se lo folló casi sin dejarle respirar. Y cuando el tío estaba más entusiasmado con el cipote rozándole la garganta, se la sacó y lo levantó por la orejas, llamándole puta perra y gritándole que se pusiese en pelotas o le arrancaba la ropa a hostias.

Ya desnudo, Alejandro le ató los brazos a lo largo del cuerpo, con varias vueltas de cuerda y un apretado nudo marinero, y lo engancho por atrás a otra soga colgada de una polea, izándolo hasta despegarle los pies del suelo. Por efecto del contrapeso de la cabeza, el cuerpo quedó medio doblado hacia delante y ofrecía el culo con comodidad para ser azotado.

Y le cayó encima la primera andanada de zurriagazos, restallando una correa sobre los glúteos del joven, que no se distinguía con claridad si chillaba de dolor o gemía de gusto la muy perra. Con las nalgas encarnadas y marcadas por los correazos, Alejandro lo bajo un poco para que posase los dedos de los pies en el suelo y le pinzó las tetillas con unas tenacillas dentadas para retorcérselas y estirarlas obligándole a suplicar clemencia. Esa osadía le costaría cara a aquella mierda de perro y el dominador le aplicó más tenacillas en los huevos y en el pene, haciendo lo mismo que con los pezones. Una fina cuerda sirvió para enlazar todas las puñeteras pinzas, tirando unas de otras y no pudiendo el sumiso encogerse o adoptar una postura que le aliviase el suplicio que el mismo se daba al moverse.

De eso, el amo pasó a atarle las pelotas con fuerza y ponérselas moradas a base de golpes de fusta, que también caían sobre el pito, aumentando su empalme el rigor del castigo.

El sumiso ya estaba caliente como un hornillo y su precum manchaba el piso del sótano, pero Alejandro tenía ganas de ver cuanto daba de sí aquel perro y le ató fuertemente el pellejo del pene y también apretó un cordón en su base para cortarle el flujo de líquido preseminal y, sobre todo, impedir una eyaculación prematura.

Arrastró una especie de potro de gimnasia, parecido al que usaba para azotar a su esclavo, y aflojó la polea para doblar sobre eso el cuerpo de Oscar. A cada pata le ato un tobillo del joven y enlazándole otra cuerda por el cuello, la pasó por debajo del artefacto para amarrarla a los cojones del tostado chaval. Ahora quedaba inmóvil y a merced del macho que lo emputecía y esperaba el regalo de su verga dentro del culo.


Alejandro le arreó más azotes en el trasero con su propia mano y calzándose un condón en la polla lo penetró. Le dio por culo un buen rato, entrándole a fondo, y la puta zorra maullaba más que gemir y jadeaba como si estuviese sufriendo un celo histérico. Alejandro no esperó a correrse y le sacó el cipote propinándole otra zurra en el culo. Aquel culo, parecido a una sandía madura, incitaba a pegarle con toda sólo por oír el sonido seco del golpe en sus carnes. Pero el agujero también era jugoso y clamaba hambriento de sexo. Seguro que este coño traga lo que sea, pensó Alejandro. Y se dispuso a comprobarlo.

Trajo diferentes tipos de consoladores de tamaño respetable e incluso grande y exagerado, comenzando por hundirle en el culo los más modestos en grosos y longitud y terminando por los extra grandes. Y cuando el agujero era más el brocal de un pozo artesano que un esfínter humano, empuñó una mano y endiñó medio antebrazo dentro del culo del jodido sumiso. Lo folló metiendo y sacando el puño por el ano, girándolo dentro y empujando hasta hacer tope con el codo, y cuando se aburrió de ver y penetrar aquel saco sin fondo, lo bajó del potro y lo desató.

Pero Alejandro no iba a dejar libre al juguete tan pronto, ya que pensaba tenerlo todo el fin de semana a su disposición. Así que lo esposó con las manos a la espalda y lo encerró en la jaula a esperar que tuviese ganas de joderlo otra vez. Terminó la sesión sin correrse ni permitir que el puto perro lo hiciese y antes de dejarlo solo le meó en la boca.

Ya se iba, pero tuvo algo de consideración con aquella puta mierda y le puso agua en un cacharro para que bebiese si tenía sed, puesto que no iba a darle nada de comer mientras estuviese en su poder.



Al subir la escalera, pensó si esas sesiones con putos cachos de carne compensaban realmente el esfuerzo gastado en someterlos y usarlos y si obtenía un placer satisfactorio con todo eso. Tuvo que admitir que el jodido Oscar estaba muy bueno y su culo era una delicia tanto para maltratarlo como para meterle un buen polvo. Y no digamos para clavarle el puño y manipularlo como un títere. Pero un deleite auténtico sólo se lo daba su esclavo. Un sólo beso del crío valía por mil polvos a cualquier otro tío que pudiese cazar fuera de casa.

Alex le daba lo que nadie había logrado hasta entonces. El chico lo hacía feliz tan sólo con su compañía. Y al tocarlo su placer era inmenso. Nunca podría olvidar la sensación que tuvo al meterle la polla por el culo la primera vez. Y menos la reacción y sensibilidad del chaval a cada molécula de verga que le entraba en el cuerpo. Vibraba como las cuerdas de un arpa tocada por dedos divinos. Sus gemidos y jadeos fueron un canto de lujuria y delirio que le llenó de vida y amor. Todo el ser que tenía en sus manos se desbordó de lascivia al sentir los chorros de su semen en el vientre.

Alejandro no es que comparase a su esclavo con los otros. Sólo valoraba su propia satisfacción al follarlos a ellos y el sentimiento que le provocaba una mirada de su chico. Dado que el placer al poseerlo superaba cualquier otra cosa que pudiese ofrecerle este mundo. Alex era su vida. Su propia alma entregada al chaval y el amor sin medida que recibía por parte del crío. Todo eso se traducía en pasión y un placer inconmensurable para los dos. El amor surgía de ellos con sólo mirarse.

El amo aceleró el paso porque en realidad no esperaba encontrar al esclavo dormido, aún incumpliendo su orden de no esperarlo despierto. Tenía necesidad de abrazarlo y verter en él la leche que presionaba sus cojones con una follada bestial. Y Alex disimularía estar disfrutando un plácido sueño, cuando en verdad penaba en silencio no ser quien le diera placer a su amo esa noche.



En eso el muchacho era avaricioso y ansiaba ser el mejor objeto sexual para su señor. No entendía por qué su dueño no quería usarlo como a los otros jodidos perros que traía al puto sótano. El era igual y podía ser mejor que todos. No le asustaba el dolor si era su amo el que se lo causaba y estaba loco por ver a Alejandro disfrutar con su cuerpo como le saliese de los cojones. Sin embargo, su amo lo vetaba para ser usado en ese lugar reservado para saciar las inclinaciones más perversas de su señor.

Pero no debía quejarse ni lamentar cualquier decisión de Alejandro, si tenía en cuenta que sólo él era su esclavo y el que gozaba compartiendo el sueño con su amo. El único que podía manchar con su semen las sábanas sobre las que descansaba su dios.

4 comentarios:

  1. Este Alejandro ha resultado ser todo un doctor Jekyll!!!

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  2. con estos relatos pones en evidencia que eres un romántico empedernido
    felicitaciones
    Neko

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  3. Coincido con los comentarios anteriores. Estos relatos tienen romanticismo y además mucho morbo.
    La historia me tiene enganchado, me sumo a las felcitaciones.
    Rodrigo desde Punta del Este

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  4. muy excitante y romantico...QUIERO QUE ME SUCEDA LO MISMO!!! quien quiere hacerme lo mismo?...

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